Comparto mi experiencia viendo el Película del cónclave, un thriller que revela la historia detrás de escena de la elección papal y provoca reflexiones sobre la fe, la tradición y la modernidad en la Iglesia Católica.
Cuando el cine se encuentra con los misterios del Vaticano
Confieso que siempre he tenido una curiosidad casi infantil por lo que ocurre tras las puertas cerradas del Vaticano.
Entonces, cuando me enteré del lanzamiento de "Cónclave", basada en el libro best-seller de Robert Harris, no lo pensé dos veces antes de reservar mi entrada para la primera sesión disponible.
¡Y qué experiencia tan transformadora fue aquella!
Sentado en la butaca del cine, con las luces apagándose lentamente, no tenía idea de que las siguientes dos horas me llevarían a cuestionar no sólo los mecanismos de poder dentro de la Iglesia Católica, sino también mis propias concepciones sobre la fe, la tradición y el papel de las instituciones religiosas en el mundo contemporáneo.
¿Alguna vez has tenido esa sensación de salir del cine con más preguntas que respuestas?
Bueno, “Conclave” me dio exactamente eso y, sorprendentemente, esta inquietud fue una de las cosas más valiosas que me llevé.
La premisa: mucho más que una simple elección papal
Para aquellos que no lo saben, “Cónclave” narra los acontecimientos que siguen a la muerte repentina del Papa.
El cardenal Lawrence (interpretado magistralmente por Ralph Fiennes) es designado para dirigir el cónclave, el proceso secreto de elección del nuevo Papa.
Mientras lidia con sus propias dudas de fe y las intrincadas luchas de poder entre los cardenales.
Lo que en un principio parece un procedimiento religioso tradicional y solemne rápidamente se convierte en un thriller apasionante.
Llena de giros y vueltas que mantienen al espectador constantemente al borde de su asiento.
Cada votación dentro de la Capilla Sixtina aumenta la tensión, cada conversación en los pasillos esconde capas de significado.
Sin embargo, sería reduccionista describir “Conclave” simplemente como un thriller religioso.
De hecho, la película utiliza este escenario único para explorar temas universales como la ambición, la corrupción, la redención y la búsqueda de la verdad.
La atmósfera inmersiva: cuando el escenario se convierte en personaje
Una de las primeras cosas que me llamó la atención de “Conclave” fue la meticulosa reconstrucción del ambiente del Vaticano.
Aunque obviamente no filmaron en el Vaticano, la producción logró capturar la esencia opresiva y majestuosa de los pasillos de mármol, las capillas ornamentadas y las cámaras austeras.
Mención especial merece la fotografía de la película.
La iluminación, a menudo natural, que entra a través de vidrieras de colores o de simples ventanas altas, crea un juego constante entre luces y sombras que sirve como metáfora visual de los conflictos morales y espirituales que impregnan la narrativa.
Además, el uso inteligente de espacios reducidos contribuye a la creciente sensación de claustrofobia.
A medida que avanza el cónclave y aumentan las tensiones, los pasillos parecen más estrechos, los techos más bajos, las paredes más juntas: un reflejo directo del estado mental de los personajes principales.
La banda sonora, con sus composiciones corales y arreglos minimalistas, complementa perfectamente la atmósfera de solemnidad y misterio.
Hubo momentos en los que me encontré conteniendo la respiración, completamente inmerso en la tensión creada por la combinación de música e imagen.
Ralph Fiennes y un elenco repleto de estrellas: cuando menos es más
Hablando de actuaciones, Ralph Fiennes ofrece una interpretación contenida y poderosa como el Cardenal Lawrence.
Lo que más me impresionó fue su capacidad de comunicar luchas internas complejas con recursos expresivos mínimos: una mirada, una vacilación en el habla, un cambio sutil en la postura.
El personaje de Fiennes es fascinante precisamente por su humanidad.
No es ni un héroe ni un villano, sino un hombre de fe genuina que se encuentra constantemente dividido entre su sentido del deber hacia la Iglesia y su creciente conciencia de que algo está profundamente mal en las estructuras de poder que la sustentan.
El reparto secundario, compuesto por actores del calibre de Stanley Tucci y John Lithgow, aporta actuaciones igualmente matizadas, creando un mosaico de personalidades y motivaciones que refleja la diversidad y las contradicciones dentro de la propia Iglesia Católica.
Las interacciones entre los cardenales, a veces tensas, a veces cómicas, siempre llenas de subtexto, se encuentran entre los momentos más memorables de la película.
Hay una escena en particular en la que una simple cena se convierte en un campo minado de alianzas y rivalidades que me hizo darme cuenta de lo fascinante que es “Conclave”, también, un estudio de la naturaleza humana.
Un giro que cuestiona los dogmas
Advertencia: ¡esta sección contiene spoilers!
No puedo hablar de “Conclave” sin mencionar su giro final, un momento que provocó jadeos audibles en el cine donde lo vi.
La revelación de la verdadera identidad del cardenal Benítez (interpretado por Sergio Castellitto) es uno de esos momentos cinematográficos que redefine todo lo que hemos visto antes.
Cuando descubrimos que Benítez, elegido como nuevo Papa, es en realidad una mujer que ha vivido disfrazada de hombre durante décadas, la película trasciende el thriller religioso para convertirse en una poderosa reflexión sobre el género, la identidad y los fundamentos de las tradiciones religiosas.
Este giro no sólo es impactante en sí mismo: nos obliga a reconsiderar toda la narrativa anterior bajo una nueva luz.
Cada diálogo, cada mirada, cada decisión adquiere nuevas capas de significado. Y lo que es más importante, nos hace preguntarnos cuántas otras “verdades” establecidas podrían ser cuestionadas de manera similar.
Fue precisamente en ese momento que me di cuenta del verdadero poder de “Conclave”: su capacidad de utilizar una historia ficticia para hacernos examinar realidades muy concretas sobre las instituciones, las tradiciones y la resistencia al cambio.
Las reflexiones que quedan: Fe, Institución y Modernidad
Días después de ver la película, me di cuenta de que “Cónclave” había plantado en mí semillas de reflexión que seguían germinando.
Como alguien interesado tanto en el cine como en cuestiones espirituales, encontré que la película era un equilibrio poco común entre entretenimiento de calidad y profundidad temática.
Una de las preguntas más sugerentes que plantea la película es la tensión entre la fe personal y las instituciones religiosas.
El cardenal Lawrence, a lo largo de la narración, debe conciliar su sincera devoción con el reconocimiento de las fallas humanas que impregnan la organización a la que ha dedicado su vida.
Esta dicotomía me parece extremadamente relevante en los tiempos actuales, donde muchas personas se describen como “espirituales pero no religiosas”, una distinción que refleja precisamente este conflicto entre la búsqueda personal de lo trascendente y la desconfianza hacia las estructuras institucionalizadas.
Otro tema que la película aborda con notable sutileza es el papel de la tradición.
“Cónclave” nos invita a considerar que las tradiciones son importantes y dan continuidad y sentido a las prácticas religiosas, pero también pueden convertirse en obstáculos para la adaptación necesaria para la supervivencia y relevancia de las instituciones en el mundo contemporáneo.
Como espectador, me encontré dudando entre la admiración por la belleza de los rituales centenarios representados en la película y el reconocimiento de que algunas de esas tradiciones tal vez ya no respondan adecuadamente a los problemas y necesidades del mundo actual.
Cuando el cine provoca conversaciones necesarias
Una de las mayores cualidades de “Conclave”, en mi opinión, es su capacidad de generar debates.
Salí del cine y llamé inmediatamente a un amigo que también había visto la película: nuestra conversación duró horas y abarcó desde los aspectos técnicos de la producción hasta profundas cuestiones teológicas.
Ésta es, para mí, la señal de una película verdaderamente impactante: una que no termina cuando aparecen los créditos, sino que continúa resonando en nuestras mentes y corazones, provocando el diálogo y la reflexión.
En tiempos de polarización extrema, donde las conversaciones sobre religión a menudo derivan en antagonismos improductivos, “Cónclave” ofrece un terreno común para debates matizados.
La película no toma partido explícitamente ni condena a la Iglesia como institución; simplemente presenta personajes complejos, con virtudes y defectos, que navegan por situaciones moralmente ambiguas.
Este enfoque maduro permite a los espectadores de diferentes orígenes religiosos y filosóficos encontrar puntos de identificación en la narrativa, lo que facilita conversaciones que de otro modo podrían ser difíciles de iniciar.
Aspectos técnicos que enriquecen la experiencia
Para los cinéfilos más atentos a los aspectos técnicos, “Conclave” ofrece una auténtica lección de cine.
La dirección de Edward Berger (el mismo director de la aclamada “Sin novedad en el frente”) demuestra maestría en el control del ritmo narrativo.
La película alterna con precisión momentos de tranquila introspección y escenas de intenso intercambio verbal, creando una cadencia que refleja el proceso del cónclave en sí: períodos de contemplación solitaria intercalados con acalorados debates.
Mención especial merece la edición, sobre todo en las escenas de votación.
Los rápidos cortes entre los rostros de los cardenales, cada uno revelando distintos grados de sorpresa, decepción o satisfacción con cada anuncio de votos, crean un microcosmos visual de la compleja dinámica de poder en juego.
El diseño de sonido también contribuye significativamente a la experiencia.
El silencio se utiliza como elemento narrativo: los momentos sin diálogo ni música son tan elocuentes como las palabras pronunciadas en voz alta.
El eco de los pasos en los pasillos vacíos, el susurro de las vestimentas de los cardenales, el sonido de la lluvia contra las vidrieras: cada elemento sonoro fue planeado meticulosamente para amplificar la atmósfera contemplativa de la película.
Comparaciones con otras obras sobre el Vaticano
“Cónclave” destaca en el panorama de películas que abordan el Vaticano y sus misterios.
A diferencia de obras como “Ángeles y demonios” (2009), que adopta un enfoque más sensacionalista, o “Los dos papas” (2019), centrada en la relación entre los pontífices Benedicto XVI y Francisco, “Cónclave” encuentra su diferencia en la exploración detallada de los mecanismos internos de poder e influencia.
Mientras miraba, de vez en cuando recordé la serie de Paolo Sorrentino “El Joven Papa”, que también examina las contradicciones y complejidades de la Santa Sede.
Sin embargo, “Cónclave” adopta un tono más sobrio y realista, menos estilizado y provocador que la obra de Sorrentino.
Este enfoque más sobrio no significa, sin embargo, que la película sea menos impactante.
Por el contrario, “Conclave” tiene una fuerza silenciosa que deriva precisamente de su negativa a recurrir a la exageración dramática o estilística.
¿A quién recomendaría “Conclave”?
Después de compartir mi experiencia con “Conclave”, muchos amigos me preguntaron si deberían ver la película.
Mi respuesta ha sido consistente: esta no es una película para todos, pero ciertamente es una película que merece ser vista por muchos.
Recomiendo “Conclave” especialmente para:
- Amantes de los thrillers psicológicos de ritmo lento y alta tensión.
- Personas interesadas en la dinámica de poder dentro de las instituciones tradicionales.
- Espectadores que aprecian actuaciones sutiles y matizadas
- Para quienes buscan películas que provoquen la reflexión sobre la fe, la tradición y el cambio.
- Cinéfilos que valoran una producción técnica impecable y una dirección cuidadosa.
Por otro lado, puede que no sea la mejor opción para quienes:
- Prefiere películas de ritmo rápido con mucha acción.
- Buscando entretenimiento ligero y sin compromiso.
- Sentirse incómodo con preguntas sobre instituciones religiosas
El impacto cultural y las discusiones generadas
Desde su lanzamiento, “Conclave” ha provocado un intenso debate tanto en círculos religiosos como seculares.
Algunos líderes católicos criticaron la película por su descripción de la dinámica interna de la Iglesia, mientras que otros elogiaron su valentía al abordar temas delicados sin sensacionalismo.
Los críticos de cine han destacado principalmente la excelencia técnica de la producción y las memorables actuaciones.
En los festivales de cine, “Conclave” ha recibido especial reconocimiento por su guión equilibrado, que consigue ser provocador sin caer en la falta de respeto gratuita.
En las redes sociales, noté discusiones acaloradas sobre el final de la película, con opiniones muy divididas sobre si el giro final fortalece o debilita el mensaje general de la película.
Esta división, en mi opinión, es un testimonio de la eficacia de la película para tocar puntos sensibles y provocar una reflexión genuina.
Una película que permanece
Semanas después de ver “Conclave”, me doy cuenta de que escenas, diálogos e imágenes de la película siguen apareciendo en mi mente en momentos inesperados.
Esta persistencia es, para mí, la verdadera prueba del impacto de una obra cinematográfica.
La película me hizo repensar mi propia relación con las tradiciones y las instituciones, y me recordó el poder del arte para provocar preguntas importantes sin ofrecer respuestas simplistas.
En un mundo cada vez más polarizado, donde a menudo se sacrifica la complejidad en aras de certezas cómodas, “Cónclave” destaca como una invitación a los matices y la reflexión.
Si decides ver esta notable película, te sugiero que lo hagas con la mente abierta y te dejes desafiar por sus provocaciones.
Y luego invita a alguien a una conversación sobre lo que viste: te garantizo que no faltarán temas.
¿Has visto “Conclave”? ¿Cuál fue tu impresión de la película y especialmente de ese sorprendente final?
Comparte tu experiencia en los comentarios. ¡Espero continuar esta conversación!
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